La liebre


Había una vez, una liebre muy amable. Un dia de abril la liebre decidió irse a un pueblo en el que el sol siempre abrasa. Cogió su brújula y se marchó. Cuando llegó al pueblo lo que más llamó su atención fue que había un montón de minas, se acercó y vio un cartel en el que ponía que se podía entrar en ellas. Entró y vio que todo lo que había era bromo y blenda, se quedó maravillado viendo todos los minerales. Después de visitar las minas decidió ir al bosque. Cuando caminó un buen rato vio un oso que no paraba de llorar y decir palabrotas, se acercó a él y le preguntó que le pasaba. El oso le dijo que se había perdido y no podía volver a su casa porque no tenía brújula y como la liebre era tan amable le dio la suya y le dijo muy seriamente: no blasfemes nunca, no sirve para nada.

El oso se fue muy contento y la liebre vivió alegremente en el pueblo.